sábado, 19 de diciembre de 2009

HISTORIAS DE NAVIDAD: UNA VELA PARA JESUS


Hola, a todos.
Hoy os pongo una historia, que hice hace tiempo, inspirándome en uno de los villancicos mas bellos, que existen: "El Tamborilero".
Nuestra heroína, Nadal (Navidad, en valenciano), pretende llevar una vela a Jesús.
Con esto intento reseñar, que el mejor regalo es el cariño, con que se hace dicho regalo. El amor, por el que se hace ese regalo y no el regalo en sí. Es Navidad y el amor, la paz, el cariño, la familia y los amigos son lo que mas cuenta.
Espero que os guste. Se llama:

UNA VELA PARA JESÚS


YO QUISIERA PONER A TUS PIES,
ALGÚN PRESENTE QUE TE AGRADE, SEÑOR,
MAS TU YA SABES QUE SOY POBRE TAMBIÉN
Y NO POSEO MAS QUE UN VIEJO TAMBOR
ROPOPOMPOM, ROPOPOMPOM
CUANDO DIOS ME VIO TOCAR JUNTO A EL
ME SONRIÓ

EL TAMBORILERO

1

Nadal se puso el viejo y raído chal a la espalda y se abrigó lo que pudo, con él.
Salió a la noche fría y el viento le recordó, que el invierno ya estaba allí.
Se hallaba en un pueblecito, cercano a Belén.
Parecía que la noticia era ya un hecho. O al menos eso decía la gente. Había nacido el Salvador. El llamado Rey de Reyes. El Rey de la Paz y el Amor.
Y sus padres María y José, le habían puesto de nombre Jesús.
El invierno fue el que le hizo pensar, la idea que se le había ocurrido: Ya que todos le iban a llevar un regalo y ella no tenía apenas nada, ya que era pobre, decidió que le iba a llevar una vela, para que tuviese calor. Llevaba una cerilla, la única que le quedaba, para encenderla. Tampoco tenía leña. Por lo que tan solo tenía esa vela y esa cerilla, para llevar a cabo su cometido: que Jesús no pasara frío esa noche, aunque fuera solo al amor de la llama, de esa la pequeña vela.
Dicen que el que da lo que tiene no miente. Y ella iba a llevar lo que tenía. No le quedaba comida. El agua la sacaba de un pozo, al lado de su casa. Pero, con las heladas que caían últimamente, era difícil, que no estuviera congelada. Así que, con esa vela, esa cerilla y esa esperanza puesta en recorrer el largo y difícil camino, debido a la fría noche, hasta el portal, donde decían que había nacido Jesús, Nadal se puso en camino.
Su pelo se hallaba cubierto, por un gorro de lana, viejo y usado, pero que sin él su cara y sus orejas se hubieran congelado. Su asimismo, raída bufanda, un par de guantes de lana, una falda larga, unas polainas, unos calcetines, también de lana y un par de botas viejas, completaba la ropa de abrigo, de la joven.
-Allá voy, Jesús –dijo, para sí misma Nadal-. Allá voy.

2

El suelo parecía un colchón de nieve. Blanco y reluciente, brillaba a la luz de la luna, que llena brillaba en el cielo. Pero, el viento arreciaba y poco a poco, Nadal comenzó a tener bastante frío. Se arrebujó, en el chal, metiendo su cara, prácticamente por entero en la bufanda y cuidando que sus orejas y cabeza quedaran totalmente tapadas por sus orejas. La falda rozaba la nieve y Nadal cuidaba asimismo, de que sus botas no se metieran en ningún charco helado, durante el camino. No quería resbalar. Una caída en el hielo y podía hacerse mucho daño. Y no se veía a nadie en el camino, que pudiera socorrerla, si eso pasaba. Quizás, todos estaban ya dando esos regalos a Jesús, mientras ella ahí seguía, intentando llegar a Belén y a ese portal.
En el camino, se preguntaba cómo se abrigaría Jesús. De seguro que su madre, María le tenía un fuego allí. Probablemente, su vela no hiciera falta. Pero, ella quería verle y a través de su regalo, que el niño viera que le quería. Además seguro que también, ya le habrían puesto algo de ropa, para que el niño no pasase frío.
En estos momentos, se hallaba en estos pensamientos, cuando comenzó a nevar.

3

La nieve, unida al frío y fuerte viento, poco a poco hicieron mella en Nadal. La joven luchaba como podía, contra ellos, no solo para poder seguir adelante, sino para poder siquiera, seguir de pie.
Nadal pensaba en Jesús. Si en Belén nevaba así de fuerte, quizás ese fuego que en un principio se había imaginado, no pudiera estar ardiendo por culpa del temporal.
-Tengo que llegar –se dijo, mientras intentaba seguir andando, a pesar del fuerte y frío viento al que tenía que enfrentarse-. Tengo que llegar.
Pero el viento redobló su fuerza y la hizo caer. Se levantó como pudo y, metiendo su cabeza aun mas en al bufanda, intentó oponerse a la fuerza de ese viento. Pero apenas podía caminar. Era como si hubiera una fuerza que la impidiera avanzar. Como si estuviera intentando derribar una pared intentando empujarla. Asimismo, la nieve apenas la dejaba ver lo que había delante de ella. Nadal cayó de nuevo e intentó levantarse como pudo, para seguir adelante con su camino. Pero cuando lo había logrado y se disponía a dar el primer paso, el viento la derribó de nuevo. Nadal se vio sin fuerzas. El viento soplaba con fuerza inusitada a su alrededor. La nieve se había cogido con más fuerza aun si cabía. Poco a poco el frío la fue debilitando mas y mas. Nadal vio como su caja de cerillas se hallaba en la nieve. La nieve la tapaba, poco a poco. Nadal la cogió en sus manos y comprobó que se había mojado. La cerilla también se había mojado. Buscó como pudo la vela en el bolsillo de su falda y no la encontró. Quizás se había caído en la nieve. Miró a su alrededor y bajo ella, pero no la vio. Quizás la nieve ya la había tapado. A saber dónde estaría ahora.
-Perdóname Jesús –se dijo, llorando-. Te he fallado. Perdóname, por favor.

4

-Yo solo quería llevar una vela a Jesús –se dijo, mientras no dejaba de llorar-. Solo quería que no pasara frío. El frío que hace esta noche. Y él acaba de nacer. Pobrecito. Dicen que sus padres son pobres. Y aunque me consta que algo de ropa tendrán y que se habrán metido dentro del portal, para proteger a su hijo y de paso a ellos mismos, de la nieve, él es tan pequeño... Acaba de nacer... Por favor Dios mío... Ayúdame a llegar, hasta él... Ayúdame...
Poco a poco, Nadal se fue quedando dormida. La nieve a su alrededor la iba cubriendo, mientras el viento rugía helado...

5

Nadal sintió calor bajo su cuerpo. Un calor especial. De esos, que son como una caricia. Una linda caricia, que te hace acurrucarte, como cuando te metes en la cama y calentito, te tapas con las mantas y la sabana. El viento que soplaba, a su alrededor ya no era helado, sino cálido y aunque soplaba con fuerza era una fuera amable. Exenta de la violencia aterradora con la que soplaba antes. Poco a poco se atrevió a abrir los ojos y miró a su alrededor. El suelo estaba muy abajo. Un manto increíblemente blanco. Seguía siendo de noche.
Avanzaba. Dedujo, que estaba volando. Que algo o alguien la llevaba volando. Pero, ¿cómo podía ser eso?
-Hola Nadal, parece que te has despertado ya.
Nadal había oído aquella voz, llena de calidez y bondad y, algo asustada, miró a su alrededor, para descubrir de donde podría venir.
-No te asustes. Soy yo. La Estrella de Oriente.
Entonces, se dio cuenta de donde estaba. Su cuerpo se hallaba sobre una superficie blanco amarillenta. Suave y cálida al tacto. Y con un brillo increíble, pero nada molesto a los ojos.
-Te vi abajo en la nieve. Estabas semi cubierta por la nieve y casi, casi congelada por el frío. Te recogí, te subí a mis espaldas y hasta ahora, has estado inconsciente. Sinceramente hubo un momento, en que creí que el calor de mi cuerpo ya no te podría reanimar.
Nadal se atrevió a hablar, pues la Estrella de Oriente le inspiraba confianza.
-Me has salvado de una muerte segura, Estrella de Oriente. Gracias.
-No hay de qué. Ha nacido Jesús. Y hay que celebrarlo.
Nadal puso cara de pena.
-¿Qué te aflige pequeña?
-Llevaba una vela para Jesús, para que no pasara frío. Solo tenía una cerilla, para encenderla, pero confiaba en conseguir una llamita para él, para que no pasara frío. Sobre todo, después de cómo se había puesto el tiempo. Soy pobre y no tenía nada que llevarle que mereciera la pena. Pero, cuando caí por segunda vez, la caja de cerillas se me mojó con al cerilla dentro y no encuentro la vela. Ahora, no tengo nada que llevarle a Jesús. Y me hacía tanta ilusión verle y llevarle algo, para que vea lo que le quiero...
Y entonces Nadal, se echó a llorar desconsoladamente.
-Nadal, no te preocupes. Yo te llevaré hasta Jesús. Y verás como no te hacen falta ni esa vela ni esa cerilla, para regalarle ese calor que quieres darle.
Nadal dejó de llorar y levantó su linda carita, con los ojos arrasados aun en lágrimas, que rodaban por sus mejilla.
-¿A qué t refieres?
-Espera y verás. Ah, ya estamos llegando. Agárrate. Vamos a descender.
Nadal se agarró al cálido cuerpo de la Estrella de Oriente y esta empezó el descenso. Bajo ella se veía un portal, de lo más humilde.

6

Cuando Nadal bajó de la Estrella de Oriente, ante ella se encontró un pesebre, bastante humilde. A su entrada, se encontraba un pastor, que se apoyaba en un largo bastón, terminado en espiral en su parte superior. A su lado se encontraba sentada en un asiento de piedra, una mujer, con una toca blanca, con ribetes azules. Ambos, miraban con celo a un recién nacido, de pelo largo rizado y ojos angelicales, brillando en una angelical carita. Una serie de pastores, y demás gente del lugar se hallaba ante él, arrodillada mostrándole sus regalos y adorándole.
-Mira –dijo la Estrella de Oriente-. Han venido los Reyes Magos. Son de donde yo vengo: de Oriente. Seguro, que me han seguido.
En Efecto, tres personas, acababan de llegar, en tres camellos y le ofrecían a Jesús tres cofres, con oro, incienso y mirra.
Nadal vio preocupada esos regalos y preocupada, dijo a la Estrella de Oriente, que se hallaba ya, sobre el pesebre:
-Yo no tengo nada y ellos le están regalando oro, incienso y mirra.
La Estrella le dijo:
-Tú acude y abre tu corazón a Jesús, a María y a José.
Nadal se acercó y cuando llegó ante Jesús, se arrodilló y le dijo:
-Hola Jesús, me llamo Nadal. Vengo de lejos y traía una vela y una cerilla para encenderla, con el fin de regalártela para que no pasases calor. Soy pobre y no tengo nada que merezca la pena regalarte. Pero una terrible ventisca me alcanzó en el camino y me hizo caer al suelo. Perdí la vela y la caja de la cerilla se me mojó con la cerilla dentro. De no ser por la Estrella de Oriente, ahora estaría congelada. Y ahora no tengo nada que regalarte. Siento que te he fallado. ¿Podrás perdonarme?
María viendo como la chiquilla había abierto su corazón se acercó a ella y levantó con dulzura su rostro anegado en lágrimas.
-Nadal –le habló con voz dulce-. Creo, que se como podrías completar con éxito tu misión.
Nadal la miró, sin comprender.
-Coge en brazos, a mi hijo y lo sabrás.
Y María tomó a Jesús en brazos y se lo ofreció a Nadal. La joven, lo tomó en sus brazos. Jesús se abrazó a ella, con dulzura y firmeza. Nadal al notar ese abrazo, con el que Jesús le correspondía. Le estrechó con toda la ternura de que fue capaz. Entonces, lo entendió todo: No necesitaba la vela, ni la cerilla para dar calor a Jesús. Le bastaba con su cariño. Entonces, lloró de nuevo. Pero esta vez de alegría. Y miró a María y a José, que satisfechos le sonreían. Luego, miró a la Estrella de Oriente que le había salvado la vida y que le envió un fulgor aun mayor, a modo de aprobación. Y Jesús apoyó su linda cabecita en el hombro de Nadal y, con un dedito en la boca, plácidamente se durmió. Pues, no olvidemos que era su primera noche de vida y estaba cansado, de tanto ajetreo. No obstante, acababa de nacer.

5 comentarios:

  1. Ala otra vez a llorar pero joio que bien escribes, me ha encantado...eres genial, has transmitido muy bien el espíritu de la Navidad y no el consumismos de que estamos rodeados con tanto regalo y comida, deberíamos darnos cuenta del verdadero sentido de la Navidad...un abrazote muy grande amigo mio y Feliz Navidad...

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  2. Feliz Navidad a ti, amiga
    y gracias por tu comentario tambien
    besitos

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  3. Tienes mucho espiritu Navideño nene. muy bonito, me gustó mucho el cuento.
    Ese villancico siempre lo recuerdo por RAFAEL jeje, maravilloso!!!
    Feliz Navidad para todos....besos gordos Han

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  4. Yo igual y que nadie lo ha cantado como el
    que grande Raphael

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  5. Feliz Navidad y besos gordos tambien para ti y para todos

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