Hace ya tiempo, vi con mi mujer, la excepcional "Los Otros" de Alejandro Amenábar.
Esta historia me la inspiró, dicha película.
Este es el primer episodio, de tres.
A disfrutar.
A disfrutar.
Un besitooo.
EL PISO DE ARRIBA I: EL PISO DE ARRIBA
1
¿Sabes que las puertas se mueven solas? Ya no se están quietas en sus quicios. Y quejosas andan. Andan obligando a sus vetustas bisagras, a ejecutar sus articulaciones oxidadas, por el paso del tiempo. Yo lo he visto. Y no había corriente. Pues ninguna ventana estaba abierta. Y no había nadie empujándolas. Nadie.
Quizás a la luz de un candil todo parezca extraño. Si hay algo que no me gusta hacer, es pasar al lado de un espejo, con una vela encendida. La luz de las velas hace que todo resulte fantasmagórico. Pero, yo sé lo que vi y esa puerta se había movido. Y nadie la había empujado.
Luego se cerró. Pero, no se cerró como cuando el aire la empuja. No lo hizo de un portazo. El picaporte estaba siendo accionado. Giró, hasta completar la vuelta que permite a la puerta ser abierta. Y luego se cerró, de igual manera. Despacio. Parecía que fuera quien fuera quien estaba abriéndola, no quisiera hacer ruido. Como si quisiera evitar un sobresalto. Pero, a mí me estaba consiguiendo sobrecoger.
Entonces sentí ese aire helado, que pasó a través de mí. Fue como esas brisas que soplan, por las tardes, cuando paseo por los alrededores de la mansión de mis padres. Pero, esta fue leve. Ligera. Y luego aquel libro que cayó al suelo. Detrás de mí hay una biblioteca. Y, concretamente de la segunda fila de libros empezando por abajo, uno de tapas de cuero con estampaciones doradas en el lomo, cayó al suelo. Era un libro de dibujos. Paisajes, para ser más exactos. El libro se abrió por una pagina, cuyo contenido era un bosque. La pagina de al lado era una mansión. Como la nuestra.
Entonces, de nuevo, la brisa helada, a través de mí. La puerta que se abre sola y que se cierra después, de la misma manera.
Por un momento, no supe que hacer. Miré el hueco del libro en la estantería y lo dejé allí.
Intentando dominar mis nervios, salí de allí.
2
El piso de arriba. El maldito piso de arriba, al que mis padres no me dejan subir. Pero, ahora que no están en casa, ahora que se han ido a visitar a esa odiosa tía Fardel, burlando al servicio, puedo subir allí. He de desenmascarar, por qué mis padres no me dejan subir allí.
3
Pero, ahora me de ir a acostar. Es tarde y ya he estado demasiado tiempo levantado. Aunque, después de lo que he visto, no sé si podré dormir.
Esa puerta...
En fin, no pensemos en ello. Al fin y al cabo, no estoy solo en la casa, sino que están el mayordomo, la criada, la cocinera... Solo tengo diez años. Y aunque no me gusta ya que me traten como a un niño, a veces no me importa, aunque sea por unos segundos. Por cierto, mi nombre es Andros.
4
Ya ha amanecido, hace rato. He de reconocer, que me costó dormirme, pero al fin pude y hasta creo que me he levantado algo tarde.
Estoy en la cocina y Livianne, la cocinera, me ha preparado un desayuno, a base de leche y tostadas. Creo, que iré a pasear, cuando me lo acabe. Esperaré a la noche, cuando todos estén dormidos, para proseguir mi investigación, arriba.
5
Menos mal, que la brisa, no es Como la de anoche en el piso de arriba. Hace una mañana espléndida. Y aunque no hay sol y esta nublado, la temperatura es muy agradable. Es verano.
Bajo este árbol se está muy bien. Es un olivo centenario. Creo, que ya estaba aquí, antes de que se construyera esta mansión. Podía haberme traído algún libro para leer. O, para ver dibujos. Dibujos, como los del libro de la biblioteca del piso de arriba.
Si antes he hablado de puertas que se mueven solas, es por que en el piso de arriba es algo normal. Yo sé que son fantasmas. Por que ninguna corriente de aire acciona los picaportes, para abrir y cerrar las puertas. Pero, he de investigar a fondo. Para eso, tengo una mansión con fantasmas, para mi solito, este fin de semana.
6
Una tormenta acompaña, a la lluvia que cae, esta noche.
Recorro la distancia, entre mi habitación y el piso de arriba, con más ganas aun si cabe de saber qué pasa allí arriba. El libro de paisajes ha aparecido en mi habitación. Abierto, por las mismas páginas: el bosque y la mansión. Dentro de él, había una nota, garabateada, con una letra, parecida a la de un niño. Y digo esto, por que soy un niño y sé como escribimos los niños. La caligrafía, un tanto torpe y carente del aplomo y la normalidad que conseguimos cuando nos hacemos mayores. La nota decía:
TE DEJASTE EL LIBRO ARRIBA
La oscuridad me rodea. Solo puedo atravesarla, con la llama de mi pequeño candil. La escalera ante mí. He de subirla, para llegar arriba. Comienzo mi escalada. Escalón, a escalón. Me agarro de la barandilla, para poder frenar un poco aunque sea, mi temblor. Parece que agarrado a ella, mi miedo se disipa un tanto al menos. Ya casi he llegado. No puedo encender ninguna lámpara, pues nadie debe saber que estoy levantado. Por lo que he de cruzar la casa a la luz de este candil.
Ya estoy arriba. Llevo el libro en el bolsillo de mi bata. La nota va dentro de él. Al fondo del pasillo, una puerta. Tras esa puerta, otra escalera. La escalera, que me llevará arriba. Qué oscuro está. No sé, si podré atravesar esta oscuridad. Me parece, que mi candil no va a ser bastante. Pero, si quiero llegar allí, he de seguir. El suelo cruje, bajo mis pies. La madera ya tiene sus años. Es lógico que, ya cansada, se queje cada vez que alguien la pisa. Aun no veo la puerta del fondo del pasillo. Tiemblo Como una hoja al viento. Yo sé que en el piso de arriba hay algo. Algo o alguien. Y me quiere decir algo. Algo, con un libro de fotografías. Y concretamente, con un par de fotografías: una mansión y un bosque.
Por fin he llegado ya a la puerta del fondo del pasillo. Ahora no queda más que abrirla, entrar y enfilar la escalera que me llevará al piso de arriba. Allá voy.
Ante mi horror, la puerta se abre sola. Yo no he accionado el picaporte. De hecho, ni siquiera lo he agarrado. Y la puerta se está abriendo sola, dejando ver lo que hay detrás de ella: la escalera. Un relámpago entra por una ventana y me hace ver algo más. Algo, que a la luz del candil, no se ve. Algo que hiela la sangre en mis venas. Algo que me hace quedarme clavado en el suelo. Como si fuera una árbol que hubiera echado raíces allí mismo. Algo que me deja completamente aterrado.
7
Durante un segundo, ante mí veo una figura. Un niño. Un niño Como yo. Un niño que me abre la puerta y me indica con un gesto de su mano la escalera.
El relámpago ha cesado y no se ve nada más que la escalera ante mí.
Quizás solo han sido imaginaciones mías. Quizás me debería de pensar si seguir con esto o no. Pero ese libro cayendo de la biblioteca, ante mí; esa nota en mi habitación. Quizás me la ha podido dejar alguno de los criados. Quizás, al contrario de como yo me pienso, alguno de los criados me esta gastando una broma. Pero, ¿y las puertas? ¿Cómo es posible que los picaportes se accionen solos? No, yo sé que hay fantasmas en el piso de arriba. Y esa nota, me hace ver que ya estoy demasiado implicado en el asunto, como para abandonar. Allá voy. A por la escalera.
8
Aquí hace algo más de frío. Pero, que yo recuerde, ayer no hacía tanto frío. Vale, que hoy hay tormenta y ayer no la había, pero hace bochorno, pues es una tormenta de verano. Los escalones de esta escalera crujen más aun que los de la otra. Sigo subiendo. Entonces, me doy cuenta de que no he cerrado la puerta. Me dispongo a bajar para cerrarla, no sea que algún criado se levante y la vea abierta. Entonces, veo como se cierra sola. Un nuevo relámpago, me descubre quien es el que la cierra: el niño que me pareció ver antes. Con mimo, como si él tampoco quisiera que los criados oyeran nada, lleva la puerta, hasta encontrarse con su quicio. El relámpago desaparece y solo se ve la puerta que se cierra sola.
Me giro y miro arriba. La oscuridad es aun más cerrada aquí si cabe. Comienzo a subir de nuevo.
Entonces, siento la brisa helada a través de mí, que me indica que el niño me ha adelantado. Durante unos segundos me quedo parado. No me logro acostumbrar a esa gelidez.
Entonces, me doy cuenta de que me queda casi toda la escalera por subir. Sobreponiéndome a mi miedo, adelanto un pie y lo pongo en el escalón siguiente. Luego el otro, en el siguiente. Y así comienzo a subir la escalera de nuevo. Nuevos relámpagos se producen, pero ni ante mí, ni tras mía logro ver al niño.
Llego arriba y ante mi otro pasillo. Pero, esta vez no hay puerta al final, sino una pared, con una ventana. Está muy oscuro.
Entonces, ante mí veo como todas y cada una de las puertas se abren ante mí. Todas. Ni una se queda sin abrirse. Despacio. Un relámpago más. Y los veo: Hay tres puertas, a cada lado del pasillo. Y hay seis niños cerrándolas. Cuando las cierran, se quedan mirándome. Uno, de ellos, avanza hacia mí. Yo me quedo clavado en el suelo. No sé que hacer, por un lado me gustaría poder desclavarme los pies del suelo y salir corriendo. Pero, por otro lado, me parece ver bondad en él. Se me acerca y veo, algo que me deja helado: Me tiende la mano y me dice, con una voz que hace brotar ecos venidos de no se sabe dónde:
-¿Quieres ser nuestro amigo? La eternidad es diversidad, pero solitaria a la vez.
El candil me tiembla. De pronto, veo que la luz del candil, también me permite verlos ahora. No sé como actuar. No sé que decir.
-Mis padres no me dejan subir aquí –digo, antes de darme cuenta, de que se lo estoy diciendo a un fantasma.
-Lo sabemos, Andros.
-¿Sabes mi nombre?
-Por supuesto.
-¿Quién eres?
-A su tiempo, Andros. A su tiempo.
Entonces, veo que todos desaparecen.
Y tras de mí oigo un ruido. Miró hacia de donde parece venir y veo que la puerta por la que he accedido al piso de arriba se abre. Nada aparece tras ella. Nada, salvo un candelabro de tres velas, que flota en el aire. La puerta se cierra sola. En ese periodo de tiempo se produce un relámpago, pero su luz no descubre a nadie. El que entrara por esa puerta, no sé quien puede ser. El candelabro se apaga y se coloca solo en un par de clavijas que según parece había en la pared, para tal fin. Yo no me había dado cuenta de ellas. Entonces, se oyen pasos que van hacia la escalera. Yo me arrincono contra la pared, lo más pegado posible a ella. Soplo mi candil y me quedo quieto. Quizás no me vea. No sé quien es. Puede ser otro niño quizás, pero no me fío.
Los pasos empiezan a sonar por la escalera. Pero, no crujen tanto como los míos. Es más, parece que casi la rozara en vez de pisar firme, sobre cada escalón.
El último escalón suena y noto que pasa ante mí, pues una leve brisa me acaricia el rostro. El sudor que lo puebla me hiela la piel. Estoy a punto de salir corriendo, pero debo de estar quieto. Los pasos empiezan a enfilar hacia el pasillo. Una de las puertas se abre y se cierra unos momentos después. Decido esperar unos segundos. Primero, por que lo creo prudente y segundo, por que no me puedo mover. Estoy aterrorizado.
Pasados esos segundos, intento mover mis pies. Lo logro, pero no sin abandonar un temblor, que me recorre de los pies a la cabeza, haciendo de mi espina dorsal su cuartel general, allá donde el sudor me ha pegado la parte de arriba del pijama a la piel.
Comienzo a bajar la escalera.
-“Despacio, Andros. Despacio.”
Pero, tras un par de escalones, no puedo aguantar más y corro escaleras abajo, abriendo la puerta y cerrándola tras de mí. Me apoyo en ella y trato de relajarme. Todo esta oscuro. Miro el candil apagado. Si, he de encenderlo. La luz me calmará. Busco en mi bata y encuentro cerillas. Enciendo una y su simple luz ya abre un hueco, en la oscuridad, y me tranquiliza. Enciendo el candil y me dispongo a regresar a mi cuarto.
9
En la cama, tapadito hasta arriba, parece que todo va mejor. Mañana vienen mis padres. De todas formas, he decidido que quiero seguir con la investigación. Será más difícil, pues también tendré que esquivarles a ellos. Pero no importa. Quizás eso la haga más interesante. Reconozco, que estoy asustadísimo, pero he de seguir con esto. ¿Quienes serán esos niños? ¿Quién ha subido por la escalera? ¿Qué significara el libro de fotografías? ¿Por que una fotografía de un bosque y de una mansión?
10
Mis padres ya han regresado hace una hora, más o menos. Me traen recuerdos de la tía Fardel. Me dicen que me ha echado de menos en la visita. Pues claro, que me ha echado de menos. Le encanta controlarme y como no he ido, no le ha hecho gracia. Y encima, saber que he estado solo en la mansión a mis anchas... En fin, que le hubiera encantado tenerme allí, para meterse en todo y hacer de mi visita un recital de ordenes, interpretado por ella misma. De todas formas, aquí hay algo más interesante que tía Fardel. Aunque, la verdad sea dicha, no hace falta ser muy interesante para superar a mi odiosa tía.
Esta noche voy a volver a subir al piso de arriba. Pero, estoy enfadado conmigo mismo. No he de tener tanto miedo. Al fin y al cabo, los niños solo quieren ser mis amigos. Pero, ¿quién será el que ha subido por la escalera después? Quizás ese niño que sabe mi nombre -¿cómo lo puede saber?-, sepa también la respuesta y me diga quien es. Pero, para eso, he de vencer mi miedo. Y esta noche lo voy a vencer.
11
El viento sopla de tal manera, que parece que aporreara los cristales, para entrar en la casa. La lluvia también los golpea, con ganas, en un repiqueteo, a veces un tanto atronador. Pero como están cerradas, el sonido queda algo amortiguado.
La puerta se halla ante mí. Cerrada. No sé si acercarme o esperar a que alguien la abra. No se, si estará allí el fantasma del candelabro. A lo mejor viene más tarde. Es igual hoy quiero averiguar todo lo que se encierra entorno al misterio del piso de arriba.
Me decido y voy a abrir la puerta. Entonces, como si esperara a que yo hiciera amago de intentar abrirla, esta se abre por sí misma. No hay tormenta, así que no veo quien la esta abriendo. Mi candil aun no me deja ver a nadie tampoco.
Respiro hondo y entro. Doy unos pasos hacia la escalera y cuando voy a empezar a subirla, oigo que la puerta se cierra tras de mí. Entonces, el primer relámpago, me descubre quien la ha cerrado: Es el niño que la abrió la otra noche. El mismo que me hablo. El que me pregunto si quería ser su amigo. Levanta su mano derecha y señala el final de la escalera.
Entiendo la indirecta y me dirijo allí.
12
Me encuentro solo, al comienzo del pasillo, pues mientras subía, el niño me ha vuelto a adelantar. No logro terminar de acostumbrarme a esa brisa helada. Todas las puertas del pasillo permanecen cerradas, menos una: la biblioteca. Un relámpago, me muestra al niño. Se halla al lado de dicha puerta y me invita a entrar en ella. Así que allí voy.
Lentamente, me encamino hacia la puerta. Los relámpagos se siguen produciendo, pero no veo más niños. El candil, tampoco me los muestra. Así que me veo cada vez más cerca de la puerta. Es la segunda de la izquierda. Entre ella y la primera hay un cuadro, en el cual no había reparado en mi primera visita. Un cuadro, en el que se halla pintado un dibujo que conozco bien: Una mansión. Saco el libro, miro el dibujo y lo comparó con el cuadro. Coincide.
Guardo el libro, me llego, a la puerta y entro en la habitación.
13
La biblioteca.
El hueco del libro que tengo en el bolsillo de la bata.
Las sombras huyendo de la luz de mi candil.
Las esquinas que las acogen en sus senos, como si las concedieran lugar de escondite, pues el que se la liga las esta buscando.
Coloco el libro en su sitio.
Encima de la mesa hay otro libro abierto. Me acerco y veo que es un libro escrito a mano. Lo cojo, dejando el candil en la mesa y veo que es un diario. Leo la página por la que está abierto:
El bosque está fresco, por la noche. Ya sé que tengo diez años y que los niños se acuestan pronto, pero he de ir. Pues soy un fantasma. Y a nosotros nos gusta vagar de noche.
No tiene fecha. La página de al lado esta en blanco.
-Los fantasmas nunca ponemos fecha, cuando hacemos un diario.
La voz se halla detrás de mí. Me vuelvo y veo al niño.
-No te asustes. No quiero hacerte ningún daño. Mira este cuadro –dice, mientras me señalaba uno que había entre dos estanterías, de libros viejos. Flanqueado, por dos velas puestas en la pared, para visionarlo mejor, se hallaba un cuadro. Recordaba perfectamente dicho cuadro, de la anterior vez que subí. Era el de un bodegón.
-¿Un bodegón? –digo yo, aun temblando, pues no se me olvidaba que estaba hablando con un fantasma.
-Espera -dijo el niño. Y le dio la vuelta. Fue entonces, cuando vi que era un cuadro doble. Entonces, reconocí la pintura: un bosque.
-Es el bosque del libro.
-Sí. Ahí vamos siempre, por la noche. Yo vivo en la mansión, que te enseñé en el libro.
-¿Dónde está esa mansión?
-Solo aparece de noche.
-¿Pero, dónde aparece?
El niño mantiene unos segundos de silencio y dice al fin:
-Estás en ella.
14
No sé qué decir.
-Espera, espera –logro decir-. Esta es mi mansión. Es decir, la mansión de mis padres.
-Lo es, cierto –asiente el niño-. Pero en el piso de arriba, no.
-No entiendo –digo yo.
-Verás, Andros. El piso de arriba, que es donde estás ahora, es mágico. Habrás oído hablar de fantasmas, que viven en mansiones encantadas. Pues bien, tu mansión, la mansión de tus padres, tiene un piso fantasma. Y es, en el que estás ahora. Si estás en el piso de arriba y miras por la ventana, verás el bosque del cuadro. Y si sales afuera, lo que verás es la mansión fantasma. Por cierto, no hace falta bajar abajo, parar salir afuera. Basta con tocar el cuadro. Pero, no el marco, Como he hecho yo antes, sino la pintura misma. Lo que ocurre es que solo pasa de noche. Que es cuando salimos.
Entonces, recordé el libro.
-Pero, si solo salís de noche, ¿quien me dejó el libro en la habitación, con la nota escrita?
El niño dice:
-Lomb lo hizo.
-¿Lomb?
Lomb es el mayordomo de la mansión.
-Sí. Él sabía en todo momento, que tú has estado subiendo al piso de arriba. Es más, él ha estado vigilando siempre de que nadie te descubriera.
-¿Y la nota, entonces? ¿La escribió él?
-No, fui yo. ¿No viste la caligrafía? Los niños escribimos así, hasta que conseguimos tomar aplomo de mayores.
Yo estoy maravillado, a la vez que aterrado.
-¿Y qué pasa de día en el piso de arriba?
-Está cerrado. Nadie puede entrar, pues nadie tiene la llave. Solo nosotros podemos abrir desde dentro.
Recordé, que la primera vez que subí, la puerta estaba abierta. La segunda, el niño la abrió. Al igual que hoy.
-¿Y por qué no me dejan subir aquí mis padres?
-Cuando tus padres compraron esta casa, Lomb ya era mayordomo. Los anteriores inquilinos, un matrimonio sin hijos, la vendieron para comprarse otra mejor, según ellos, en Nueva Inglaterra. Pero desconocían este piso de arriba. Lomb no. Lomb si lo sabía. Lo dijo a tus padres y les pareció que era una inversión. Pero, lo hablaron y decidieron que no te dejarían subir aquí jamás. Y esta es la historia. Solo buscamos amigos, nada más. ¿Quieres ser cuesto amigo? Te aseguro que el piso de arriba tiene muchas cosas interesantes. El bosque es impresionante. Y Lomb se encargará de que tus padres jamás lo sepan.
No sé qué decir. Estoy hablando con un fantasma y me está hablando de un piso fantasma, como si viniera de otra dimensión. Al menos ya sé que podía subir aquí, sin miedo.
Entonces, recuerdo algo:
-Oye, ayer, subió alguien por la escalera. Dejó un candelabro colgado en la pared y luego subió. ¿Quién es?
-Ah, ese es Lomb.
-¿Como? –digo, abriendo los ojos como platos.
-Me llamo Lerf. Y soy el hijo de Lomb. El único fantasma que recorre la mansión.
15
Ha amanecido. Lomb entra en mi habitación. Es un hombre alto y fuerte. De pelo blanco y amistosos ojos negros. Yo ya estoy despierto, hojeando el libro de fotografías de Lerf. En él aparecen fotos de la mansión desde muchos ángulos, así como de lugares del bosque.
-Buenos días, señorito Andros.
-Buenos días, Lomb.
-Lerf me lo ha dicho. Gracias, por ser su amigo. Tenía mucha ilusión por tener un amigo humano.
-A mí también me hace ilusión tener un amigo fantasma, Lomb. Bueno, dos.
Lomb sonríe.
-Igualmente señorito Andros. Ande, levántese y no llegue tarde al desayuno. Sus padres no tardarán en levantarse. Que no vean que su hijo ha trasnochado.
Lomb sigue siendo tan irónicamente mordaz.
Sale de la habitación y me dispongo a vestirme. Guardo el libro bajo el colchón de la cama, me visto y salgo camino de la cocina. El desayuno me espera.
Me e leido el principio. Es genial. Increible. Lo acabaré de leer cuando pueda poner 100% de atencion y disfrutar palabra a palabra. Escribes genial.
ResponderEliminarUn beso a mi papi que es todo un escritor! Además la historia es larga, genial!
Te quiero!
gracias mi niña
ResponderEliminartú si que escribes genial
un besito!!!!!
Te quiero
Maite te manda un beso
aun quedan dos episodios mas
permanece atenta
Aaaaa no me hagas esto! Que no tengo tiempo!!! Esta semana que viene y hoy y el fin de semana, voy a estar ausente del mundo online, así que no voy a poder ver nada. Cuando pueda, lo leeré todo de un tirón! Claro que si!
ResponderEliminarTK
un abrazo de ossssoooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!
bueno asi lo tienes a mano disponible
ResponderEliminaroye ayer te llame porqeu tengo un metodo, para que puedas subir tu video de Paris a YouTube como tu querias hacer
TK
un besitoooooooooooooo de papiiiiiiiiiii
te voy a echar de menoooos
ResponderEliminarabrazo de osoooooooooo!!!!!!!!!!!!!
uoooooooo como???????????
ResponderEliminarLa verdad es que lo intentado muchas veces :(
Yo también te echaré de menos!!!!!!!
te llamo y te lo cuento?
ResponderEliminares facil pero requiere explicacion
es con un programa el Nero 7, concretamente, con el Nero REcode
se trata de dividir el video en dos partes de 9 minutos cada una
puesto que YouTube solo admite videos como maximo de 10 minutos
por eso te rechazaba el tuyo, porque duraba mucho
asi lo puedes subir en dos partes como dos videos
besitooooooooooo
aaaaaaaaaa okissssssss!! Pos ahora lo pruebo!! =) Merci!
ResponderEliminarsi no te aclaras mandame una llamada perdida al movil y te llamo con el fijo
ResponderEliminarbesitooooooo
Tranquilo que no molestan tus llamadas!! Solo es que el tiempo se escurrrrrrrreeeeeeee nooooooo
ResponderEliminarafuu afuu
Un beso!! Dwdw!!
Un abrazo de osoooooooooooooooooooooo
aferralo bieeeeeeeeeeen
ResponderEliminarliate a tiros (estilo el Gerry) con quien te lo haga pasar de mala manera
jejejeje
toy mu locooooooooo sanamete halando es clar