lunes, 27 de diciembre de 2010

HISTORIAS NAVIDEÑAS: PEQUE Y NANA


Hola, a todos.
Os traigo, una historia navideña, de reciente creación. Fue hace unos días.
Se trata, de la que es sin duda, la aventura de estas navidades.
Su nombre: "Peque y Nana".
Espero, que os guste.
Besitos.



PEQUE Y NANA

“QUIZAS, EN VEZ DE PEDIR REGALOS PARA NOSOTROS
DEBERÍAMOS PEDIR REGALOS PARA
LA GENTE, A LA QUE QUEREMOS
PUES ESE ES ELVERDADERO ESPÍRITU DE LA NAVIDAD,
DEL NADAL:
AMARSE”

JUAN PABLO ESTEBAN CONDE

I

Peque se despertó. Por algún sitio, de su camita de perro entraba frío. El frío venía, de su lado. Giró su blanca cabecita de perro labrador, y allí estaba: la manta se había descolocado. Quizás, él durmiendo, la había descolocado. Con la pata y la boca la colocó, y el frío dejó de entrar.
Hala, a dormir de nuevo.
Era Nochebuena.

II

En esta ocasión, a Peque no le despertó el frío, sino un resplandor, que venía de la entrada, de la habitación, donde dormía, con su hermana y su madre. Tenía una mezcla, entre azul, fucsia y turquesa.
Llevaba viviendo, con la familia humana, desde que nació. Su madre, Giannina, y su padre Romuland, les habían dicho a su hermana Nana y a él, que se habían portado muy bien, con ellos, pues cuando sus padres eran muy chiquititos, les recogieron de un albergue de animales, y les acogieron. Y luego, nacieron ellos dos. Y, desde entonces, vivían con la familia humana, todos muy felices.
Miró a sus padres y a su hermana, que dormían, a pierna suelta.
-“No creo, que se den cuenta” –se dijo, Peque.
Y salió de la cestita, en pos de encontrar, de donde venía el resplandor.

III

Sí. Había tenido algo de frío al salir de la cestita, pero en casa de los Sanz se estaba bien, por lo que pocos minutos después, se había olvidado del frío.
Había salido, de la habitación y se había parado a la entrada. El resplandor iluminaba, escasamente el pasillo, y parecía venir, de una de las dos direcciones, en las que se bifurcaba el pasillo. Concretamente, a la derecha. En dirección, a las habitaciones de los humanos.
-“Vamos allá” –se dijo, Peque.
Y cuando se disponía a seguir el resplandor, oyó una voz a su espalda:
-¿Dónde vas, Peque? ¿No vienes a dormir?
Peque, miró tras él, y vio a Nana.
Pillado infraganti.
-Nana, vuelve a dormir.
-¿Por qué? ¿Dónde vas? –le preguntó su hermana.
-Voy a ver, de dónde viene el resplandor.
Nana, miró el resplandor.
-A lo mejor, Ramoncito se ha levantado a beber agua.
Ramoncito era el hijo menor de la familia Sanz. Tenía una hermana llamada Sarita. Ambos jugaban mucho con ellos. Sus padres, Antonio y Sara (a Peque y Nana les parecía graciosísimo, que se llamaran igual, madre e hija), completaban la familia humana.
-No –dijo Peque-. Este resplandor tiene algo mágico. No se, resulta acogedor, cálido.
-Sí. Es muy bonito.
-Yo voy a ir, a ver qué es –dijo, decidido, Peque-. ¿Vienes o no?
Nana miró el resplandor y luego miró a sus padres, que parecían no haberse dado cuenta, de que se habían levantado. Se lo pensó un momento y dijo.
-¿Y si papa y mamá se da cuenta de que no estamos?
-No creo, que se den cuenta. Bueno, ¿vienes, o no?
-Vale, vamos par allá.

IV

Giraron, a la derecha- El resplandor, venía de la habitación, de Ramoncito y Sarita.
-A lo mejor, Ramoncito y Sarita están jugando –dijo, esperanzada, Nana.
-No se –dudó, Peque-. Esta luz, no parece la de su cuarto.
-Pero sale de allí –puntualizó, Nana.
-Ahí está el misterio, Nana –sentenció Peque-. Y ahí entramos nosotros: los investigadores caninos.
Nana dio un paso, para atrás.
-No se, Peque. A mi esto me esta empezando, a dar un poco de miedo.
-Ve a la cama, entonces. Yo quiero saber, de donde viene el resplandor.
Nana sentenció, esta ocasión.
-De la habitación, de Ramoncito y Sarita. Hala, misterio resuelto, vámonos a dormir.
-No, no. El misterio, solo ha sido resuelto en parte. Sabemos, de donde viene. Pero, no qué lo produce.
Nana miró a su hermano, y le dijo:
-Creo, que ves demasiadas pelis de detectives, con Ramoncito.
-Mira Nana, tú haz lo que quieras. Yo voy a ver, si puedo entrar en la habitación de Ramoncito y Sarita.
-Estará cerrada –dijo Nana, esperanzada con convencer, a su hermano, de irse a dormir.
Peque empujó, con la cabeza, la puerta, que se abrió un poco.
-Va a ser que no.
Y entró.
Nana suspiró.
-Está bien, te acompañaré. Aunque, sea para asegurarme de que no te metes en líos.

V

Nana entró, y se encontró a su hermano mirando con la boca abierta de asombro. Miró, en esa dirección y descubrió, lo le que había asombrado tanto: Un trineo se alejaba, en el cielo nocturno, de esa Nochebuena. Encima de las camitas de Ramoncito y Sarita había regalos.
Pero, los regalos emitían una luz maravillosa. Tenía las tonalidades azul fucsia y turquesa, del resplandor.
Unos cascabeles se oían en al distancia.
Y una risa, que invitaba, a la alegría:
-Ho, ho, ho…

VI

A la mañana siguiente, a Peque y a Nana los despertaron dos cosas: La primera fue una autentica colección de gritos de alegría; la segunda, fue Giannina, que junto a Romuland, les estaban lamiendo.
-Buenos días dormilones –dijo la madre.
-¿Habéis dormido bien? –preguntó el padre.
Los perritos se miraron y asintieron, al momento.
-Por cierto -dijo Romuland-, ¿qué era ese resplandor al final? ¿Lo averiguasteis, al final?
Peque y Nana se quedaron parados y se miraron.
Pillados in fraganti.
Giannina se rió y les dijo a sus hijos:
-Tranquilos. Ya iba siendo hora, de que conocierais a Papá Noel.
-¿Papá Noel? –preguntaron al unísono, ambos.
-Si. -dijo Romuland-. Y seguro, que nos habrá traído regalos, a todos.
Peque y Nana, empezaron, a atar cabos. Los regalos encima de las camitas de Sarita y Ramoncito.
-Pero, ¿y ese brillo? –dijeron ambos a coro.
Giannina dijo:
-Eso es el cariño, con el que se hacen los regalos.
-Aaaaaaah –dijeron a coro, ambos hermanitos.
-Cuando regalas algo a alguien, siempre esperas que ese regalo le haga feliz. Tú se lo pides a Papá Noel, y él se lo trae a esa persona. Y le haces feliz.
-Claro, por eso parecía tan acogedor, y hermoso –dijo Nana.
-Y tan cálido y bonito -dijo Peque.
Sus padres rieron, orgullosos de sus hijos, que al fin habían conocido el espíritu de la Navidad.

VII

Por cierto, que hubo regalos para todos.
Hasta para Nana y Peque, que por fin entendieron, porque ese día del año, y el que los humanos llaman Noche de Reyes, se regalaban cosas tan bonitas, y tan llenas de amor.
Para Peque y Nana había dos pelotas grandes, con las que jugar. Y para sus padres, dos platos nuevos de comida, pues los que tenían, estaban un poco viejos.
Ese resplandor de Nochebuena, les hizo felices una Navidad más.

VIII

-¿A que ha valido la pena correr la aventura, Nana?
Peque descansaba, junto a su hermana, después de haberse agotado completamente, jugando a la pelota con sus padres y los humanos, y de haber compartido también los patinetes, de Ramoncito y Sarita.
-Pues si, la verdad.
-El año que viene, a ver si nos da tiempo de ver a Papá Noel. Debe ser un tipo formidable.
Nana le miró, de reojo, con mirada traviesa.
-La próxima Nochebuena, a la misma hora, detective Peque.
-Lo mismo digo, detective Nana.
Y rieron, como solo dos pequeños perritos de Labrador saben hacer.

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