
Hola, a todos.
Aquí seguimos con el viaje , por la música de
Loreena McKennitt. Hoy, nos
pararemos, en
William Shakespeare, de nuevo. Concretamente, en su obra "La
Tempestad": El soliloquio final y el epílogo por Prospero.
Loreena, en su álbum, hace la siguiente anotación, sobredicha canción:
"19 de marzo de 1982 -
Stratford... acabo de empezar los ensayos para la producción de
Stratford de La Tempestad... Yo, detrás de una máscara, interpreto el papel de
Ceres, la diosa de la agricultura... hechizada por la magia de la mascara y por su función de hilo conductor entre el mundo de los dioses y la naturaleza. El grupo teatral tuvo un interesante debate con un psicólogo sobre la naturaleza de
Caliban y lo que se entendía por "el mundo civilizado".
Abril de 1993 -
Stratford... una vez más, me siento atraída por
Shakespeare en sus
indagaciones sobre la condición humana... No creo una obra a propósito de "la máscara" pero elijo sin embargo el discurso de cierre de Próspero en el que
deliberadamente el actor se quita su máscara de intérprete... la ilusión ha terminado, nos queda tan solo la realidad y Dios para decidir por nosotros mismos..."
Sobre "La Tempestad", la wiki nos ilustra:
"La tempestad ("
The Tempest") es una obra de teatro de
William Shakespeare. Fue
representada por primera vez el 1 de noviembre de 1611 en el Palacio de
Whitehall de Londres.
La tempestad pertenece al conjunto de Romances tardíos de
Shakespeare. En estas obras el autor muestra su interés por las relaciones familiares y la
reconciliación en un ambiente mítico.
En español pueden leerse varias traducciones. La de Ángel-Luis Pujante fue galardonada con el Premio Nacional de traducción de 1998. La de José
Méndez Herrera recibió en 1962 el Premio de traducción Fray Luis de León.
AgumentoPróspero, duque legítimo de Milán ha sido expulsado de su posición por su hermano y se encuentra en una isla desierta tras naufragar su buque. La obra comienza con una fuerte tormenta provocada por sus artes mágicas cuando adivina que su hermano, Antonio, viaja en un buque cerca de la isla en la que se encuentra. En ella, Próspero cuenta con la compañía de su hija Miranda y descansa con sus numerosos libros dedicándose al estudio y el conocimiento de la Magia. Próspero entra en contacto con espíritus como
Ariel. Con su ayuda, desde el caos y la locura Próspero tejerá un encantamiento que le permitirá iniciar su venganza. Al final Próspero renunciará a su magia perdonando a sus enemigos y permitiendo el matrimonio entre su hija, Miranda, y
Ferdinando.
Análisis y contextoLa Tempestad es considerada por muchos como el testamento de
William Shakespeare, debido a que fue
probablemente su última obra. Se representó por primera vez en 1611 y tuvo una segunda puesta en escena hacia febrero de 1613, con el motivo de celebrar la boda de Isabel
Estuardo, hija del rey
Jacobo I, con el príncipe
Frederick de
Heidelberg. Muchos
paralelismos encuentran su correspondencia con las
personalidades más destacadas del período jacobeo. Así, la máscara nupcial que Próspero crea para el disfrute de Miranda y
Ferdinando, con las figuras divinas de Iris,
Ceres y Juno asegurando un dichoso porvenir si la feliz pareja prometía guardar castidad hasta después del matrimonio, podría haberle sentado muy bien al monarca, bien conocido por su arte disciplinario con respecto a los súbditos de su corona. Otro dato que se ve reflejado en la tarea
shakespeariana, es el interés del rey por cuestiones relacionadas a la magia y a la brujería. Estas prácticas eran
consideradas un tabú en la época que nos ocupa, y fe de ello nos brindan algunos documentos en los que constan la quema de mujeres,
generalmente en hogueras, entre los siglos
XVI y
XVIII. En este sentido,
Jacobo I sentenciaba a muerte a todas aquellas personas que estuvieran bajo sospecha de llevar a cabo tales acciones. La temática de La Tempestad no podría menos, entonces, que manifestarse en un monarca—Próspero— interesado en acabar con el maleficio de una vieja bruja, que acechaba con irrumpir en el orden social de la isla.
El soberano disfrutaba además, del
exhibicionismo y de las alegres danzas teatrales—más conocidas como mascaradas—, en donde tenía lugar una serie de cortejos, movimientos escénicos, aparición de figuras mitológicas, cantos, niños disfrazados de moros y aborígenes de Virginia, y otros tantos que encuentran su correlación con numerosos pasajes de la obra de
Shakespeare.
En cuanto a la
ambientación de los hechos, es menester
puntualizarlos en la atmósfera de una nueva era de viajes y
descubrimientos. Ya hacia el reinado de Isabel I, tumultuosas embarcaciones emprendían su viaje rumbo a América. Al arribar al Nuevo Mundo, los colonos ingleses se encontraban con un pueblo primitivo enclaustrado en una poderosa sociedad de costumbres “bárbaras“, que siempre se interponían a sus pretensiones imperialistas. A todo esto, una gran porción de aventureros y hombres de letras solían sumarse a la empresa, con fines puramente ilustrativos, y a modo de mantener informada a la corona británica de los movimientos de un entorno inexplorado.
Los famosos libros de viaje sirvieron a muchos autores que partieron de la base de una tierra
pagana,
incivilizada y abierta a un sinfín de mitos y leyendas que hablaban de la existencia de monstruos feroces y caníbales que practicaban la magia negra para arrasar con los blancos europeos que ostentaban sus dominios. Es este el motivo por el cual, quizás, La Tempestad supo adaptarse a las intrigas del momento, y
diferenciarse, en consecuencia, del resto de la producción dramática
shakespeariana. El papel de la esclavitud y el dominio que ejercían los
colonizadores sobre las tierras que descubrían se tradujo al mundo del teatro y, como no podía menos, al universo de
Shakespeare.
El romanticismo, que tendría su mejor partida en el siglo
XVIII, gozaba de popularidad y prestigio durante el reinado de
Jacobo I y sus sucesores. Ante la inminente situación de un país que buscaba extender sus alas y competir con España, la ganancia y el usufructúo de tierras americanas se presentaba como la mejor opción a las pretensiones monárquicas británicas.
En la creación literaria, en cambio, esta era de hallazgos y
apropiamientos dio lugar a dimensiones alternas, islas embrujadas, terribles caníbales, bestias indomables y paisajes exóticos que contrastaban con los de Gran Bretaña.
La Tempestad, si bien no es ajena al momento histórico en la que fue compuesta, tampoco se ajusta en su totalidad al paradigma romántico de la época. Su trama, la estructura y los personajes son confusos, dando lugar a un gran número de interpretaciones por parte de la crítica tradicional. Veamos algunos casos:
Tomás
Cartelli en su libro titulado “Próspero en África: La Tempestad como un texto y pretexto
colonialista”, presenta una rica síntesis de hipótesis que
subyacen a la producción literaria y buscan su correspondencia con la ideología del momento. En otras palabras, más que enfocarse en el estudio de la obra de
Shakespeare, lo que se considera es el uso del texto en su función discursiva con otra de diferente semblanza.
Cartelli sostiene que en La Tempestad se nos presenta la relación entre el colonizador y el colonizado, con Próspero y
Caliban como sus respectivos
íconos.
Para
Ngugi wa Thiong’o, ningún texto puede
considerarse aislado del entorno que lo ha inspirado y, consecuentemente, de la influencia que ha ejercido en el discurso cultural. En 1898,
Rubén Darío se decantaba por el indígena en su trabajo “El triunfo de
Caliban”, para denunciar la barbaridad materialista de Estados Unidos. Nueva
York era, para este autor, la capital salvaje de una sociedad adquisitiva.
El uruguayo José Enrique Rodó, en un ensayo titulado “
Ariel”,
identificaba a este personaje con el refinamiento, el arte y la belleza, por oposición a la vida materialista norteamericana simbolizada por
Caliban.
Ariel se vinculaba a la espiritualidad iberoamericana, y
Caliban al impulso
expansionista norteño del siglo
XX.
En 1969, tres autores caribeños aludían a La Tempestad en un intento por eludir su
eurocentrismo. Una revisión de Próspero en este aspecto nos trae a un europeo ilustrado, racional y frío en sus estrategias de conquista.
Caliban es asimismo un producto de la imaginación británica, un primitivo al que había que instruir en la cultura anglosajona, absorbiendo la suya en detrimento de una fuerza invasora que imponía sus propias reglas sobre un pueblo asentado y constituido.
África, tierra nativa de
Sycorax, es el terreno en el que más se ha abordado el análisis de
Caliban. El
ugandés Taban lo
Liyong apuntaba al tema de la lengua como instrumento para hacerse entender con el colonizado y lograr controlarlo; visión que compartiría el novelista
George Lamming.
La academia feminista se concentró en el análisis de Miranda como instrumento del hombre colono para acaparar la atención del aborigen y someterlo a su poder. También se mantiene abierta la posibilidad de una negociación entre Próspero y
Caliban para ejercer el control sobre la única mujer de la isla. El matrimonio de
Claribel, reducida al páramo del silencio, con el rey de Túnez vuelve a retomar la cuestión de la figura femenina como objeto de transacción política y comercial, algo muy recurrente en casi todas las obras de
Shakespeare.
La crítica hacia las
publicaciones de este dramaturgo es, una vez más, muy espaciosa y abierta a especulaciones y puntos de vista que irán variando conforme al transcurso del tiempo y al ojo social que las enfoque.
La magia y lo sobrenaturalUn factor fundamental con el que
Shakespeare configura la atmósfera de la isla es lo sobrenatural: la magia de Próspero, basada en la tradición de la alquimia con la que controla los elementos y todo lo que ocurre en la isla, los trucos y la música cautivadora de
Ariel, las referencias a la bruja
Sycorax, madre de
Caliban... La magia es la herramienta gracias a la que Próspero ejerce su poder. Aun así, finalmente Próspero renunciará a sus poderes sobrenaturales. Sin dejar claro el porqué, la audiencia puede suponer que sea porque ya ha recuperado el ducado que le robaron, incluso su hija será reina de
Nápoles. Por lo tanto, no necesitará la magia para ejercer su poder.
A menudo se asocia la isla de la obra con la islas de las
Bermudas. Esto es bastante probable porque en el siglo
XVII naufragó el barco inglés Sea
Venture en las aguas de las
Bermudas, obligando a los
supervivientes a vivir en dichas islas. Los parecidos que algunos críticos han encontrado entre el relato de
William Strachey, uno de los
supervivientes del naufragio, y la obra de
Shakespeare les ha llevado a concluir que ésta influyo a
Shakespeare en la descripción del naufragio y de la isla.
La Tempestad y el «Nuevo Mundo»Esta obra se escribió cuando comenzó la
colonización británica de
norteamérica. Esto se observa
constantemente en la obra. Una de sus lecturas críticas observa a
Caliban como el
amerindio colonizado y esclavizado. Aquel a quien privan de sus tierras y le imponen una lengua extraña. Es este paralelismo que sugiere dicho personaje el que provoca muy distintas reacciones en la audiencia, dependiendo de la época en que se ha
interpretado. Si bien, hoy en día, la audiencia tiende a simpatizar con
Caliban, por el maltrato injusto que padece; es muy difícil que le ocurriese lo mismo a la audiencia que tuvo
Shakespeare en su tiempo. Entonces los ingleses tenían una imagen muy distinta de los pueblos indios. Era común ver a los
amerindios como salvajes primitivos, poco más que animales. A pesar de dicho cambio de apreciación en el público, éste no ha provocado un rechazo de la obra en la audiencia, sino nuevas
interpretaciones de la misma.
Además, el
asentamiento de las primeras colonias suscitó una inquietud literaria en autores como Tomás Moro o
Montaigne. Tal es el ejemplo de Utopía, donde Moro describe una sociedad ideal. Estas mismas ideas de Moro ansía Gemelo Bueno en La tempestad cuando dice a sus compañeros de viaje lo que él haría si fuera rey.
El perdón de PrósperoLa decisión final de Próspero de perdonar a sus enemigos rompe la tensión dramática de la obra, aportando un final romántico. Teniendo en cuenta el control que ejerce Próspero sobre todo lo que ocurre en la isla, este cambio inesperado provoca que la audiencia se pregunte si esto que parece un cambio en Próspero también estaba planeado y, todo lo que ha hecho, no ha sido más que jugar con los náufragos. Tampoco queda claro el motivo por el que les perdona.
Hay quien ha afirmado que
Shakespeare era católico
justificándolo con la última línea de su epílogo. En el epílogo, en el que Prospero se dirige sólo al público y se despide de la audiencia, éste dirá «
Let your indulgence set me
free» solicitando al público su indulgencia para poder ser absuelto, algo que era propio de la tradición católica."
Os dejo, con la letra, y un
vídeo del tema.
Besitos, y nos vemos en "
The Book Of Secrets".