miércoles, 23 de diciembre de 2009

HISTORIAS DE NAVIDAD: LA CAMPANA DEBE SONAR

Hola, siguiendo con mis historias, hoy os traigo una que habla de una campana que ha de sonar, para que pueda celebrarse la Navidad. Y Braulio el campanero, ha de llegar a tiempo. Hay un personaje salvador, de excepcion. Quizás, aun se oigan en la distancia los redobles de su pequeño tambor.
Espero, que os guste. Se llama:

LA CAMPANA DEBE SONAR

“Escucha como las campanas
Dulces, plateadas campanas
Todas parecen decir
Pierde cuidado
La Navidad está aquí”
VILLÁNCICO DE LAS CAMPANAS

1

Era el día 24 de diciembre. Una mañana limpia y que el sol acariciaba, templadamente. Donde, niños y niñas jugaban por las calles del pequeño pueblecito. Un pueblecito llamado, Villanadal. Un pueblecito, como otro cualquiera. Con sus casas, sus tiendas, donde la gente compraba los ingredientes, para celebrar, un año más junto a la familia, la Nochebuena.
Y en lo alto del monte, una iglesia, con un campanario, que todos los años a las doce de la noche del 24 de diciembre, daba paso al día de Navidad, con su tañido alegre y lleno de emoción, que todo el mundo celebraba, brindando en sus casas. Algunos se lanzaban a las calles y dirigían sus brindis a la iglesia.
Y es que Braulio el campanero, se había ganado a pulso el cariño de la gente. 15 añitos, castaño oscuro, de pelo corto, vivía con los frailes. Su sueño era ser campanero, así que desde que quedo huérfano de pequeño, los frailes le adoptaron. Y allí se quedó, con ellos.
Todos los días tañía la vieja campana y para él, este pequeño acto suponía su vida. Pero el día del veinticuatro de diciembre… El tañido de Navidad, para él lo era todo. Era más que su vida. Jesusito, como él lo llamaba, había nacido. Y eso era algo digno, de ser anunciado, a todo tañir.
Así que hoy pensó en ir a Villamercado, el pueblo de al lado, para comprar abrillantador, con el fin de darle brillo a la campana. Quería tenerla reluciente, para el momento.
Fray Silbido, como el lo llamaba por su silbido, tan potente que se oía en varios pueblos a la redonda, entró en su habitación, cuando Braulio se disponía a salir ya, para Villamercado.
-Buenos días, Braulio
-Hola Fray Silbido, buenos días. ¿Has dormido bien?
Fray Silbido esbozó una sonrisa. Ya se había acostumbrado, así como todos los frailes, a los motes que Braulio, no sin cariño, les había puesto, pero aun le parecía que sonaban curiosos.
-Sí, ¿y tú?
Braulio le miró, mientras cogía algo de dinero de su cajita de Navidad.
-Como un tronco.
-¿Dónde vas?
-Voy, a Villamercado, para comprar abrillantador. La campana ha de quedar imponente y se nos ha acabado. Y hoy es Nochebuena.
Fray Silbido le miró y vió en él al muchacho de siempre. La gente suele cambiar, mientras crece. Pero, él no. Él no cambiaba. La misma ilusión, por el tañido de la campana.
Aunque, la verdad es que detrás de toda esa ilusión, había una razón de peso, para que la campana sonara esta noche, como cada Nochebuena: la alegría, no solo de un joven campanero y sus frailes con motes, sino la de todo un pueblo entero. Y no solo su ilusión, sino su necesidad.
Y es que Villanadal nació en Navidad. Un día apareció allí. Déjame, que te cuente brevemente su historia. Ponte cómoda.
Ah, y no te preocupes de Braulio, por que luego volveremos, con él.

2

Como te decía, Villanadal apareció un día allí, donde está ahora. Y yo te diré cómo: La nieve un día, sintió que una estrella venía. La estrella, que era la Estrella de Belén, al llegar conectó sus rayos, con la blancura y pureza de esa nieve, y de ahí, como surge una estrella por una supernova, nació Villanadal. Primero las casitas y la iglesia y luego… la gente. Sí, como si fuera que nacieran, por un hechizo de magia. Ese día que apreció, era el 24 de Diciembre. Eran, las 10 de la noche. Entonces, apareció un niño de unos cinco años. Fue directamente a la iglesia. Dicen, que algo le atrajo allí. Y que miraba directamente a su campanario. Estaba sucio y harapiento y cuando llegó a la iglesia, los frailes le preguntaron qué hacía allí y cómo se llamaba. Él respondió que se llamaba Braulio y que se había quedado huérfano cuando nació y que había vivido, hasta ahora en un orfanato. Pero, que hoy se había escapado de él, por dos razones: lo trataban muy mal y algo le había traído hasta aquí. Eso lo dijo mirando al campanario y a su campana. El pueblo le había seguido y algo hizo que los frailes y el pueblo asintieran en que se quedara allí. Al fin y al cabo, era Navidad. Así que Braulio se quedó con los frailes y así todos empezaron allí a vivir. Nadie se preguntó, qué hacía allí, en ese pueblo. Simplemente se sentían a gusto. Así que dieron gracias a Dios por vivir allí y empezaron a hacer su vida.
Cuando llegaron las doce menos diez de la noche, algo les hizo mirar hacia el campanario. Entonces, Braulio miró al campanario y dijo a los frailes, si podía tocar él la campana. Los frailes le dijeron que sí, pero que le acompañarían y le ayudarían pues era muy pequeño. Braulio asintió y así agarró por primera vez en su vida el cordón de la campana y con ayuda de Fray Silbido, como sería conocido gracias a él, más adelante, hizo sonar por primera vez la campana en la historia de Villanadal. Así fue entonces, como quedó estipulado, que solo y únicamente Braulio podría tocar la campana la noche del 24 de diciembre, a las doce de la noche.
Desde entonces, cada 24 de diciembre a las doce de la noche, Braulio hace sonar la campana en Villanadal. Porque, si no fuera así, Villanadal sentiría una pena enorme y simplemente… desaparecería de dolor…

3

Pero, volvamos con Braulio, porque acaba de comprar cosas y aunque se fue por la mañana, son las ocho de la tarde y aun no ha vuelto. ¿Por qué?: un malvado duende llamado Boruburus le ha atrapado en sus mazmorras, mientras salía de la tienda. Fingiendo que se había hecho daño en un tobillo, cuando Braulio se acercó a ver qué le pasaba, le lanzó unos polvos de sueño, y cayó dormido.

4

Braulio despertó y vio que estaba en unas mazmorras. Estaban sucias y podrían caber unas cuatro o cinco personas perfectamente, sin pasar apreturas.
-¡Vaya, vaya! –dijo una voz cascada y diminuta-. Nuestro prisionero se ha despertado.
Braulio miró en al dirección de dicha voz y vio a un duendecillo con gorro verde terminado en una punta doblada y arrugada, y un traje propio de un duende igual de arrugado y viejo. Una barba lampiña brotaba de su cara, totalmente deshilachada y sucia. Sus ojillos, se arrugaban en una sonrisa malévola llena de dientes negros como el carbón.
-¿Quién eres? ¿Por qué me has encerrado aquí? –dijo Braulio y mirando su reloj de bolsillo, (regalo del pueblo en unos de sus cumpleaños) vio que eran las ocho de la tarde. Entonces, añadió desesperado-: ¡He de estar en Villanadal antes de las doce! ¡La campana debe sonar!
El duende lo miró divertido y le dijo, socarrón:
-Me parece, amiguito, que no vas a ningún sitio. Eres mi prisionero.
Braulio intentó abrir la puerta, pero no pudo.
-Es inútil, mi prisionero. Tengo la llave y sin ella no podrás abrirla. Ninguna ganzúa podrá. El hechizo de magia que le he puesto a la puerta, no lo tira ni una bomba.
Braulio miró suplicante al malvado duende:
-Por favor, déjame ir. Si la campana no suena a las doce en Villanadal, el pueblo desaparecerá, debido a su pena.
-Los prisioneros de Boruburus, el duende, no escapan jamás de él. Compréndelo muchacho, tengo mi reputación.
Braulio estaba desesperado, el camino hasta Villanadal, tenía por lo menos dos horas de camino, hacia el norte. Y había venido andando. Eso, si las condiciones climáticas lo permitían, claro. Y le parecía que había nubes, camino de Villamercado. Aunque, de pronto se dio cuenta de algo.
-¿Estoy en Villamercado?
Boruburus dijo:
-No. Estás en mi guarida. A una hora de camino.
-¿Al norte?
-No, al sur.
Dios mío, otra hora. Llegaría, a las once. Eso, contando con que tardara menos de una hora en escapar y contando con que la nieve no hubiera caído.
-Además –dijo, en sentencia Boruburus-, ha caído una nevada muy grande. No creo, que quieras intentar ir para allá. Sobre todo si has venido andando.
Braulio acusó el golpe. De todas formas, intentó una última estrategia:
-Los frailes, con los que vivo, ya me habrán empezado a buscar. Me encontrarán.
-Te equivocas, mi pequeño prisionero –dijo Boruburus-. Mi cueva no se ve, debido al hechizo que la protege. Así que, sintiéndolo mucho, no podrás tocar esa campana.
Y diciendo esto, se dio media vuelta y abandono las mazmorras cerrando la puerta tras de sí, con la llave que llevaba.
Braulio se dejo caer al suelo.
Todo estaba perdido. Villanadal moriría de pena y desaparecería, por su culpa. Porque la campana debía sonar y, solo el podía hacerlo. Y él, no estaría allí para hacerlo posible.
Miró por unos barrotes en la pared, que daban y se entristeció, por su libertad perdida y lo que ello supondría, para Villanadal.
Entonces, se puso a llorar de pena.

5

Braulio despertó, porque le pareció oír un ruido afuera. Entonces, una voz le habló, por los barrotes que daban afuera.
-¿Cómo estás, Braulio?
Braulio vio como el autor de la voz se dejó ver: Era un niño de unos ocho años. Vestía como un pastor y portaba colgado de su cuello un viejo tambor.
-Estoy… estoy bien –dijo Braulio, aun algo dormido. Entonces, miró su reloj y vio que eran las diez y media. Entonces, se dio cuenta, de lo que pasaba y añadió-: ¡Estoy atrapado por Boruburus, el duende! He de estar en Villanadal. La campana debe sonar, a las doce de hoy.
-Lo se, Braulio. Lo se. Tranquilo. Échate atrás.
Braulio obedeció y el pequeño tamborilero comenzó, a hacer sonar su tambor. Entonces, la mazmorra y la cueva, comenzó a desaparecer y en unos segundos, Braulio se encontró fuera, al lado de su pequeño salvador. Pero lo que vio delante de él, le hizo caer el alma a los pies: Varios metros de nieve bloqueaban el camino, hacia Villanadal.
-¿Cómo haremos, para ir hacia Villanadal, en menos de tres horas?
-Tranquilo, Braulio –dijo el pequeño tamborilero-. Déjame hacer a mí.
El pequeño tamborilero comenzó a tocar su tambor y ocurrió algo mágico: la nieve empezó a derretirse.
-Sígueme, Braulio. Te aseguro, que hoy la campana sonará en Villanadal.
El campanero le hizo caso y vio como a su paso, la nieve se deshacía, con el sonido mágico del pequeño tambor y como cada paso que daban, parecían tres y a un buen ritmo.
Quizás, habría milagro.

6

Los frailes, así como el pueblo entero, en efecto se habían puesto a buscarle, pero no le habían encontrado, por lo que al cogerse la nieve, tuvieron que buscar refugio, apesadumbrados, en la iglesia y en sus casas.
Y cuando vieron que llegaba Braulio, acompañado por un pequeño pastorcillo que tocaba un tambor, se volvieron locos de contentos y salieron a recibirle. Todos llevaron, a sus dos salvadores en hombros a la iglesia, como a sus héroes. A Braulio, porque gracias a él la campana sonaría hoy de nuevo en Villanadal, y al pequeño tamborilero, porque gracias a él, Braulio, podría hacerla sonar.
Braulio y el pequeño tamborilero subieron corriendo al campanario. Eran las doce menos cinco minutos. Extrañamente, tras un viaje a pie tan largo, ninguno de los dos estaba cansado.
Llegaron al campanario a las doce menos un minuto. Braulio agarró el cordel de la campana y mirando a Villanadal, que se había reunido como cada noche del 24 de diciembre junto a los frailes, a los pies de la iglesia, tiró de él e hizo sonar la campana cuando dieron las doce.
Villanadal entero vitoreó la llegada de la Navidad.
Cuando Braulio dio los doce toques que daban paso al 25 de diciembre, día de Navidad, miró a su salvador y dijo a los habitantes de Villanadal:
-Hoy, he podido hacer esto, gracias a mi amigo el pequeño tamborilero. Hoy, este toque, con vuestro permiso, va dedicado a mi salvador.
Villanadal entero aprobó este gesto, así como los frailes.
-Una última cosa –dijo Braulio, en voz baja-. ¿Qué pasó con Boruburus?
El pequeño tamborilero sonrió y dijo:
-Es un duende malvado. Ha desaparecido. Pero volverá a hacer de las suyas. De todas formas, ahora ya sabes, quién es. Ya no te podrá engañar.
Braulio sonrió:
-Gracias.
El pequeño tamborilero dijo:
-Bah, no es nada. Es Navidad.
Braulio ofreció su mano y él se la aceptó. Y los dos se fundieron e un abrazo, que Villanadal pudo ver y que también vitoreó.

2 comentarios:

  1. Holaaaa amigo mio...que cuento mas bonito, escribes muy bien cielo, me ha gustado mucho y vengo a desearte que lo pases muy bien mañana y todassss las navidades, muchos besos para ti y para Mayte, os quiero muchooooo...Feliz Navidad...

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  2. Gracias guapa
    lo mismo para ti y los tuyos
    Feliz Navidad
    besitooooooooos

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