sábado, 26 de diciembre de 2009

HISTORIAS DE NAVIDAD: EL FUEGO DE LA NAVIDAD

Hola, a todos.
Siguiendo con mis historias de Navidad, aqui os traigo una, en la que trato de reseñar, que el amor da la vida. Y la Navidad es eso: Amor
Espero, que os guste- Se llama:

EL FUEGO DE LA NAVIDAD

“EL AMOR DA LA VIDA”

JUAN PABLO ESTEBAN CONDE

1

La joven cogió el candil y la manta y se dirigió, a la salida el castillo. La noche aparecía despejada, con algún que otro jirón de nubes que, no obstante, no amenazaban lluvia. De todas formas, optó, por abrigarse, pues estaba segura de que haría frío.
Respiró hondo y salio afuera.

2

Juna, que así se llamaba la joven era la hija de dos de los sirvientes del castillo de Drak, en el país de Rolesbaim. Vivía, con el en el castillo, mientras su padre, trabajaba en las cocinas y su madre limpiaba las habitaciones. Ella tenía 17 años de edad, aun muy joven para poder trabajar, pero con el año que llegaba, se pondría a las órdenes de la gobernanta de las doncellas. Cuando cumpliera 18 años. Pero hoy era Nochebuena y tenía que hacer una cosa. Algo importante. Y nadie más que ella podía hacerlo. Todo empezó, hace un año…

3

El día había empezado, con un sol que salía tímidamente, de una nube, sobre la cual, presumiblemente, se había acostado. No llegaba a calentar, aun, pero siendo la hora que e3ra, lo extraño es que lo hubiera hecho. En diciembre, no suele hacer mucho calor. Ni siquiera el día de Nochebuena.
Juna se disponía a pasear por el campo. Tenía, aun 16 años. Su melena castaña, se enredaba en bucles imposibles, con la inmensidad de sus rizos. Sus ojos color violeta, admiraban el paisaje y este, se los admiraba a ella. Su piel vivía en un paisaje de imaginación, que el viento había creado para ella en su corazón. Respiró hondo y se preguntó, por qué la gente se empeñaba en hacer guerras y destrozar esta maravilla de naturaleza que Dios no s había dado.
Entonces, lo vio: era grande y con sus alas extendidas, resultaba aun más grande, si cabía. Aterrizó, con un graznido gutural que hizo retumbar la tierra, sobre la que se hallaba Juna.
Era un dragón.
Juna se asustó y se quedó parada. El dragón, entonces, la miró a los ojos y la habló con una voz estentórea:
-¿Vives en el castillo de Drak?
Juna no sabía que decir. Vio la enorme boca del dragón. Por ahí cabría seguro. No habría salvación para ella. Estaba perdida. Pero, entonces miró a los ojos del dragón, y algo se movió dentro de ella. Ese algo, la instó a responder:
-Sí. ¿Por qué lo preguntas?
El dragón pareció enervarse, pero de algún modo logro calmarse. Y esta vez fue él, el que contestó, a Juna, con otra pregunta indirecta:
-Entonces, serás la hija del señor del castillo.
Juna, recordaría este momento muchas veces, pero nunca supo como pudo reírse de esa manera, en la cara de aquel inmenso dragón:
-No, ni ganas de serlo. Es estúpida, creída y no hay quien la aguante. No me cae muy bien que se diga. ¿La buscas?
El dragón pareció enervarse en un principio, pero luego logró calmarse y mirando a los ojos a Juna le dijo, desafiante:
-Mejor que no la encuentre. Y entonces, ¿tú quien eres?
-Soy la hija de dos de los sirvientes del castillo.
El dragón se elevó en su majestuosidad y dijo:
-Bien, ¿Cómo te llamas?
-Juna –dijo la joven.
-Mmmm, Juna ¿eh? Bien, bien, mi nombre es Rolasbark. Y soy uno de los dragones de la corte de Slagarkh. Y… te necesito…

4

-¿A mi? –preguntó Juna-. ¿En qué puedo ser yo de ayuda a un ser que es 1000 veces o mas, mayor que yo?
Rolasbark le dijo, con una voz llena de pesar:
-Necesito salvar a mi hijo.
A Juna se le partió el corazón, al oír al Rolasbark hablar así.
-¿Qué le pasa? ¿Está enfermo?
-No. Aun no ha nacido.
-Pero... –dijo Juna-. No lo entiendo. ¿Qué peligro puede correr, si aun no ha nacido?
-El de no poder nacer –sentenció e impresionante dragón.
Juna abrió sus inmensos ojos violeta y le dijo al dragón:
-No me conoces de nada. Y aun te confías a mí. Ojalá pueda ayudarte. Pero, no entiendo nada.
Ven a mi gruta y te contaré allí.
Juna, aunque confiaba en Rolasbark, desconfió en un principio de él. El dragón se dio cuenta.
-No temas. Respondo de ti, con mi vida. Además, necesito de alguien sencillo. Alguien que ame la Navidad.
-Yo la amo, con toda mi alma.
-Lo se, por eso he confiado en ti. Confía tú en mí.
Juna asintió y dijo, subiéndose a la grupa del dragón:
-Sí, me parece justo. Vamos. Llévame allí.

5

De una tierra tan linda, como el paisaje donde se habían encontrado muchacha y dragón, pasaron a una totalmente devastada. Una tierra, que Juna conocía bien, pues había sido pasto de una batalla, hacia unos años. El Llano Arbóreo, había dejado de merecer ese nombre. Todos sus árboles habían sido calcinados y nada crecía con vida por allí.
Se dirigieron, a una cueva, a los lomos de una montaña. Allí, aterrizaron. Rolasbark se puso casi a ras de suelo, para que Juna pudiese bajar.
-Aquí vivo, con mi esposa, Sullenia –dijo, invitando a Juna a entrar. La muchacha entró y se encontró con otro gran dragón, que debía de ser Sullenia. Se encontraba echada y al ver a su marido y a Juna se irguió. Rolasbark se acercó a ella y la dio lo más parecido a un beso.
-Sullenia, amor mío. Esta es Juna, su padre trabaja en el castillo de Drac. Y cree en la Navidad. Podrá salvar a nuestro hijo, con el Fuego de la Navidad.
Sullenia esbozó, lo que Juna creyó una sonrisa.
-Veo pureza en tu corazón. Las dragonas podemos ver en el corazón de la gente. Nos traerás el Fuego de la Navidad. Lo se.
Juna ser hallaba confundida. El Fuego de la Navidad. ¿Qué era eso?
-Perdonad. Pero, ¿qué es eso de El Fuego de la Navidad? ¿Y cómo puedo salvar yo, a un pequeñín que aun no ha nacido?
Rolasbark tomó la palabra:
-Hace algunos años, como bien sabrás, aquí se celebro una batalla. Fue la mas cruenta, en mucho tiempo. No se tuvo piedad de nada. Algunas especies de animales, pudieron huir. Otros no. Los árboles, ya ves como han quedado. El resto de la vegetación, simplemente se convirtió en cenizas, que el viento arrasó. Nosotros nos hallábamos lejos, es ese momento, visitando a unos familiares en el Bosque de Luramont. Cuando volvimos y vimos el estado del lugar, donde vivimos… se nos cayó el alma a los pies. Supimos, que aquí nada podría crecer, porque aquí, nada podría nacer. Era tierra yerma. Y no habría manera de poder soportar el frío, para nuestro chiquitín. Y nuestro fuego solo devastaría mas y mas la tierra. De todas formas, queríamos tener un hijo. Así que ahora Sullenia esta embarazada. Dentro de un año, el bebé nacerá. Para entonces, necesitamos que esta tierra este bien. Y para eso, necesitamos el Fuego de la Navidad. Este fuego, dará la vida a esta tierra de nuevo. Solo un dragón hará la magia Pero, el propio Fuego es algo a lo que solo los humanos tienen acceso. Un dragón es demasiado grande para entrar en el mundo de los humanos. Por favor. Ayúdanos.
-Pero, ¿qué es el Fuego de la Navidad? –preguntó Juna-. No lo se. No he oído hablar de el nunca.-Sabemos que existe, pero tampoco lo sabemos. –El dragón, acercó su gran morro a Juna y le habló, con un tono suplicante, que a Juna le puso los pelos del corazón como escarpias- Por favor, ayúdanos. Tienes un año. Por favor…

6

Aquel “por favor”, aun seguía en la mente y en el corazón de Juna

7

Nadie la había visto. Salio despacio. Había pasado un año. Y solo esperaba llevarles el fuego correcto. El Fuego de la Navidad. Había pasado un año entero, buscándolo. En libros, preguntando a todo el mundo, con la discreción por montera y no había conseguido nada. Así que cogió un candil y una manta y asoció calor y fuego, con Navidad. Y partió a ayudar al hijo de Rolasbark y Sullenia. Se encontraba algo aterrada, de no haber dado con la solución y que eso constara que el bebé dragón no naciera. De todas formas, mientras había vida, había esperanza.
Llegó al lugar de la cita, con Rolasbark. Aun no había llegado. Apareció unos minutos después. Como aquella vez. Con ese majestuoso vuelo y ese aterrizaje, que provocó un vendaval alucinante.
-Has venido, con el Fuego de la Navidad –dijo el dragón.
Juna miró su candil y le respondió:
-No lo se. ES solo un candil. No lo he encontrado. He preguntado a sabios, a necios, he consultado libros… en vano. Este candil, puede dar fuego. Pero me temo, que no pasa de ser un fuego normal. Creo, que os he fallado. Lo siento. Pero, no quiero perder la esperanza de que vuestro hijo nazca bien. Así que, aquí estoy. Y si por mi culpa no lo logramos… Aquí me tienes… Cóbrate, su muerte con la mía-
Rolasbark la miró y se echó al suelo, diciéndola:
-No creo, que eso sea necesario. Sube.
En pocos segundos se encontraban, en el aire.

8

Sullenia se hallaba, con dolores de parto, cuando llegaron.
-¡Rápido, Juna! ¡El Fuego de la Navidad!
Juna miró el candil y sacó las cerillas. No creía que fuera a funcionar, pero era mejor que nada. Encendió el candil y se lo mostró a Rolasbark. Entonces, se acordó de la manta y la sacó de la alforja que había cogido, para llevarlo todo mas cómodamente y la extendió a los pies de Sullenia, para que el dragoncito, al menos no notara el frío del suelo de la cueva
Sullenia grita:
-¡Cariño, ya viene!
Juna, veía, que el dragoncito se encaminaba a una muerte segura. Y no sabía que hacer. Entonces, Sullenia dio a luz. Un pequeño dragoncito, se hallaba, sobre la manta. Apenas respiraba y temblaba. Juna lo arropó, como pudo, para darle calor. Pero, hacia falta el Fuego de la Navidad. Y ella había traído un triste candil.
-Te he fallado, Rolasbark
Las lágrimas asolaban sus lindos ojos. Entonces, el dragón, dijo:
-Creo, que no.
Juna le miró y lo que vio le maravilló: Rolasbark había cogido el candil y estaba absorbiendo el fuego, de él. SE dirigió, a la entrada. Juna le siguió y vio como sacó la cabeza, por la entrada de la cueva y exhaló fuego de su ser. Lo que vio a continuación Juna, se quedó par siempre en sus retinas y en su mente. Toda la tierra comenzó a renacer. Los árboles, crecían de nuevo. Había césped, pequeños asomos de matorrales, que con el tiempo crecerían. Por el río, que se hallaba seco por completo, corría cantarina agua y peces nadaban en ella.
Entonces, Rolasbark volvió a entrar, seguido de Juna. Cuando llegaron, a donde yacían Sullenia y el pequeño dragoncito, vieron, que este respiraba con normalidad, y que parecía estar perfectamente.
-En verdad trajiste el Fuego de la Navidad –dijo Sullenia.
Juna seguía sin comprender. Quizás lo que había parecido una tontería, había tenido sentido al final.
-Pero…
Rolasbark la dijo:
-No, el candil y la manta no eran el Fuego de la Navidad. Ahora entiendo lo que ha pasado: El Fuego de la Navidad lo llevabas siempre dentro de ti. El Fuego de la Navidad es el amor. Tú y tu amor han salvado esta tierra. Solo hacía falta un dragón, para hacer el hechizo. Pero, sin tu buena voluntad, no habría podido hacerlo.
Ahora, todo quedaba claro. Sullenia la miró y su expresión era toda gratitud.
-Gracias, Juna. Como premio, te proporcionaremos un lugar donde vivir. Aquí mismo. Tus padres y tú, viviréis de la tierra, que no os dejara de dar frutos, pues vuelve a sonreír, gracias a vosotros.
Juna se atrevió a decir:
-¿Será cerca de vosotros? Me gustaría jugar con el dragoncito.
Rolasbark rió suavemente y dijo:
-Por supuesto, no te preocupes.
Y así fue, como Juna se instaló con sus padres, en El Llano Arbóreo, cerca de la cueva de la familia de dragones y todos vivieron, para siempre felices.

2 comentarios:

  1. Bonita historia xdxd.Por cierto será un placer tener tu mail. Ya te considero un buen amigo.

    ResponderEliminar
  2. gracias V de Vane
    lo mismo digo
    buscame en Facebook y por ahi te lo paso

    ResponderEliminar